miércoles, 16 de septiembre de 2009

Cautiverio


Cervantes padece un cautiverio de cinco años que dejará profunda huella en su obra, y muy especialmente en sus comedias de ambiente argelino -Los tratos de Argel y Los baños de Argel- así como en el cuento del Cautivo, interpolado en la Primera parte del Quijote. Este cautiverio corresponde a un período que conocemos en sus grandes líneas: gracias a las declaraciones reunidas en las dos informaciones que, en 1578 y 1580, se hicieron a petición de Cervantes, las cuales recogen deposiciones de amigos y compañeros de milicia y esclavitud; gracias también a las pruebas que se conservan de las gestiones emprendidas por la familia de Miguel para obtener su rescate y el de su hermano; gracias, por último, a los datos que nos facilita la Topographía e historia general de Argel, publicada en 1612 a nombre de fray Diego de Haedo, pero que, en años más recientes, ha sido parcialmente atribuida por algunos al doctor Antonio de Sosa, compañero del futuro autor del Quijote, y por otros al propio Cervantes: una obra de sumo interés, en la que se nos dice que del cautiverio y hazañas del manco de Lepanto «pudiera hacerse particular historia».
Entre estas hazañas cabe destacar sus cuatro intentos frustrados de evasión, dos por tierra, y dos por mar, en las cuales siempre quiso asumir la responsabilidad exclusiva de las acciones. La última vez, en noviembre de 1579, es denunciado por un dominico oriundo de Extremadura, el doctor Juan Blanco de Paz, y comparece ante Hazán bajá, rey de Argel, que tenía fama de vengativo y cruel. Sin embargo, no se le castiga con muerte. La razón que se nos da -«porque hubo buenos terceros»- tal vez remita a una posible colaboración en los contactos de paz que los turcos intentaron establecer entonces con Felipe II, por medio de un renegado esclavón, llamado Agi Morato, incorporado más tarde por el escritor a sus ficciones.
Finalmente, en tanto que su familia realiza grandes esfuerzos por conseguir su libertad, es rescatado el 19 de septiembre de 1580, al precio de 500 ducados, por los padres trinitarios.

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